viernes, 27 de junio de 2008

Jorge Fernandez, presidente de la pesquera Camanchaca cuenta su historia de negocios






Jorge Fernández no sólo es un apasionado de la industria pesquera, también tiene intereses en el sector agrícola, con actividades en tres fundos en la VI y X Región.


Partió archivando papeles en Zig-Zag. En los '80 tomó el control de una pequeña pesquera y la transformó en un gigante que exporta a 30 países y factura US$ 360 millones al año. Así informó Economía y Negocios, El Mercurio.Si algunos huyen de los martes 13, porque los asocian a signo de mala suerte, Jorge Fernández Valdés los persigue y son su día favorito, por ejemplo, para viajar. Y no es para menos, en una fecha como esa, pero hace 26 años, tomó el control de Camanchaca, una empresa pesquera que operaba en la VIII Región y por la que nadie apostaba un peso. Hoy la compañía rankea entre los principales jugadores del sector. Enemigo de figurar en los medios de comunicación, este hombre de negocios de 68 años cuenta por primera vez su trayectoria que Icare distinguirá, el jueves 10, al entregarle el premio en categoría "Empresario" (también serán galardonados el BCI, como "Empresa" y Mario Kreutzberger en la mención "Especial"). De familia de agricultores, Fernández tuvo que dejar el colegio y trabajar para ayudar económicamente a su padre que sufrió un revés financiero. A los 20 años entró a editorial Zig-Zag a archivar los papeles, por lo que recibía la mitad de un "vital", algo así como el sueldo mínimo de la época y que apenas -confiesa- le alcanzaba para subsistir. Pero poco a poco fue asumiendo nuevas funciones y llegó hasta el Departamento de Libros, que era el corazón de la empresa. Este rápido ascenso -cuenta- no fue bien visto por trabajadores que llevaban más años en la firma. El clima hostil lo hizo buscar nuevos rumbos. Un cuñado lo recomendó con Jorge Undurraga, que era dueño de una importante fábrica de muebles. Partió como su secretario privado y al poco tiempo estaba manejándole la fábrica y un fundo. "Trabajaba una brutalidad, hasta 14 horas diarias, sábado y domingo. Era una vida muy dura, pero aprendí de Jorge Undurraga el valor del esfuerzo", detalla. El salto a la vida empresarial lo dio en 1961, cuando se asoció con Carlos Cruz Correa e instalaron una tienda de muebles finos en Providencia con Los Leones. "Tuvimos mucho éxito, de hecho al año y medio me pude casar (con María Paz García) y comprarme casa", comenta. Cambio de giro En 1967, un hecho cambió para siempre el rumbo de su vida empresarial. Un grupo de amigos -Rafael Altamirano, Ernesto Prieto, León Errázuriz y Jaime Echeñique- manejaba Camanchaca, una pequeña pesquera especializada en langostinos en Tomé, y le propuso entrar a la propiedad porque necesitaba capital para terminar una fábrica en Tomé. Compró el 7,5% de las acciones, pero a fines de los 70 la crisis apareció cuando entró en vigencia una veda de tres años para el langostino y la empresa no tuvo cómo sobrevivir. Cargaba con deudas bancarias y hacía tres meses que los 300 trabajadores estaban impagos. "Mis socios -explica Fernández- me dijeron que llamarían a un síndico de quiebras, pero yo decidí tomar el 100% de las acciones en mayo de 1980". Una decisión que a todas luces parecía irracional, pero que el empresario dice que ni siquiera se cuestionó. "Siempre he tomado riesgos y tenía la fe de que podía salir adelante", argumenta. Clave en esos días fue el apoyo y asesoría de su abogado Francisco Cifuentes. A poco andar se transformó en su socio, tomando el 23% de la propiedad de Camanchaca, que mantiene hasta hoy. Juntos dieron la pelea por reflotar la empresa. Fernández pidió un crédito personal y logró pagar a los trabajadores y cancelar las deudas más importantes. Le puso candado a la planta de Tomé y reinventó Camanchaca. "Almorzando un día con Francisco en Talcahuano veíamos cómo pasaban los barcos llenos de jureles para harina de pescado y pensé que eso era lo que teníamos que hacer". De vuelta al periplo por el sistema financiero, convenció a su banco de que le diera otro préstamo para comprar un barco usado en Perú, el que se comprometió a pagar en tres meses. Lo bautizó como "Collén" y se hizo a la mar con tripulación y redes peruanas. El "Collén" se transformó en la atracción de la bahía de Talcahuano, ya que con sus 350 toneladas era el barco más grande de la zona sur. Pero la "sensación" pronto se transformó en el hazmerreír de todos: en su primer viaje, la nave gigante sólo fue capaz de capturar 54 pescados. "Tuve que pedir más plata al banco para comprar redes nuevas y contraté a un capitán chileno. Ahí todo cambió y en el segundo viaje llenamos el barco y la planta harinera que había arrendado, que era muy chica, estuvo una semana procesando la captura", detalla el empresario. A toda máquina Tras la difícil partida, las aguas empezaron a calmarse para la nueva Camanchaca. Con las ganancias que daba la planta -que abastecía a la naciente industria avícola-, Fernández compró más barcos, y en 1982 reabrió las operaciones en Tomé para exportar a Estados Unidos. En esa misma década, se aventuró en el rubro del salmón, que permitió a la compañía consolidarse como uno de los grandes de la industria pesquera nacional. Camanchaca hoy es un gigante que factura US$ 360 millones -cuando Fernández tomó el control, esa cifra era de sólo US$ 3 millones- y emplea directamente a 3.600 personas. Entre sus pergaminos figuran ser la segunda productora de harina de pescado, escoltando al grupo Angelini; la cuarta en salmones a nivel local y sexta en el ranking mundial; y primera en el cultivo de ostiones y abalones. La dupla Fernández-Cifuentes no para y sigue buscando nuevos negocios. Recientemente debutaron en la producción de choritos y a fin de año cortarán la cinta, en Coronel, de uno de los complejos pesqueros más modernos del país. Se trata de una inversión de US$ 20 millones, que incluye tres plantas de harina de pescado, conservas y congelados que le permitirán aumentar la producción y los embarques que hoy destinan a más de 30 mercados. Orgulloso de lo que ha construido y del equipo que lo apoya - trabajan con él tres de sus seis hijos-, Fernández afirma que la clave del éxito de Camanchaca está en la perseverancia y saber seguir adelante, aunque el viento esté en contra. Tierra adentro Pero no sólo de mar vive Jorge Fernández. El empresario es un apasionado del campo y tiene tres fundos en la VI y X Región. En Graneros cuenta con 300 hectá-reas donde tiene plantaciones de manzanas y arándanos, además de viñedos. Recién está debutando la viña Los Fresnos que partió exportando a China con la marca "Don Fernández". En el sur, en Futrono, tiene dos predios ganaderos que suman 2.500 hectáreas. En ellos también tiene actividad lechera y criadero de wayú

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